La lluvia en la JEMJ

Signo de las gracias que se han derramado

La JEMJ tuvo un invitado muy especial: la lluvia. Casi doscientos voluntarios llevaban meses preparando este evento. Lo habían previsto casi todo. Pero se encontraron con un factor respecto del que no podían disponer: el tiempo. La lluvia acompañó a casi todas las actividades previstas para el fin de semana. Pero, a pesar de ellos, hemos vista cumplida la palabra de Dios: «El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra –los corazones de los jóvenes– dará su fruto» (Sal 89, 13). Un sacerdote comentaba que le parecía que había sido la lluvia precisamente lo que había hecho que los jóvenes se centraran y dispusieran el corazón a recibir tantas gracias como han recibido. Dios sabe lo que hace y por qué lo permite.

Así las cosas, en la tarde del 6 de julio de 2024, los jóvenes se reunieron en el Pozón, a los pies de la Santa Cueva de la Virgen de Covadonga, para comenzar el «Rosario de la JEMJ». Bajo la lluvia, D. David Cueto, Canónigo de la Real Colegiata de Covadonga, antes de bendecir los rosarios con los que iban a rezar los participantes de la JEMJ, confesó: «Yo no sé si me atrevería a pedir que pare la lluvia. La lluvia también es un signo de las gracias que se van a derramar sobre vosotros estos días. Lluvia que nos coge tal cual estamos y que nos empapa, y sigue y sigue, y cala y empapa. Yo no le voy a pedir a la Virgen que pare la lluvia. ¡¡Perdonadme!!».

El Rosario discurrió detrás de una imagen de la Virgen de Covadonga por el Parque del Príncipe, más que procesionando, paseando con Nuestra Madre. El encuentro inesperado con una auténtica catarata de agua obligó a la organización a modificar el recorrido. La decisión era necesaria, pero ocasionó la pérdida del sonido. Impresionó a todos que los jóvenes siguieron rezando y mantuvieron el ambiente de oración hasta que se logró recuperar la señal de los altavoces. Mientras tanto, las meditaciones, los cantos y las imágenes que mostraban los estandartes iban enseñando a los jóvenes a contemplar el rostro de Cristo, con los ojos de Nuestra Madre.